10 de mayo de 2015

La camarera de mis sueños

Sentado en el taburete del bar, arranqué una servilleta de aquel servilletero y con una voz suave le pedí su bolígrafo a aquella camarera. Bebí un trago de cerveza y comencé a escribir.
 
Aún no te conozco y ya echo de menos tus domingos por la tarde. Aún no he conocido sus raras manías y ya tengo ganas de que aguante las mías. La acabo de ver y ya miraba sus labios como miran los pirómanos el fuego. Es curioso, vivir en la misma ciudad y nunca coincidir con ella esta hoy, en este bar. Probablemente no tenía sed, pero por escuchar su voz diciendo "que te pongo", con ese acento extremeño, merecía la pena beber. Era una de esas chicas sencillas que con una simple mirada puedes quedarte hechizado. Sus ojos claros se reflejaban en la bandeja de metal cuando recogía los vasos vacíos de las mesas, hasta su reflejo era increíble. Cuando la vi sobraba todo lo demás. Tengo miedo de volverme a enamorar, pero esta es mi cuarta cerveza y ya he aceptado que siempre nos van a herir, sólo hay que encontrar a esa persona por la que vale la pena sufrir. Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día que no estemos, un instante, en el paraíso y esta noche, mi paraíso es este bar. Me estoy quedando sin palabras, lo arreglaría besándote. 

Cuando acabé de escribir lo que en ese momento era una parte de mí plasmada en una servilleta de papel, me dediqué a mirarla. Pedí la cuenta y junto al bolígrafo, le di el papel arrugado. Saqué de mi bolsillo un par de monedas y le pagué. Antes de que leas eso , deja que me vaya ,le dije enrojecido. Cuando ya había girado la esquina, suspiré y algo dentro de mí, dijo "¿Qué estará pensando en este momento?". Estaba apunto de cruzar, cuando se escuchó la puerta del bar cerrarse como si alguien hubiera salido corriendo sin pagar su consumición. Una voz dulce me susurró al oído, ¿Qué te pongo, muchacho? y me besó como nadie me había besado hasta ahora.

Rafael Rodríguez




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