23 de julio de 2016

Clímax

La oscuridad y el silencio se apoderaron de aquella habitación, dejando que penetrasen varios destellos de luces que provenían del exterior. Lo miraba a los ojos, mientras enredaba su cabello dorado con los dedos. Unieron sus labios en un intenso beso, donde dejaron que ambas lenguas combatiesen en la batalla del placer. 

Deslizó sus manos con suavidad, acariciándole la espalda. Sus cuerpos desnudos se rozaban continuamente, estremeciéndolos en varias ocasiones. Entonces, bajó la lengua hasta su cuello, saboreándolo en varios besos acuosos, que provocaban varios gemidos en él. Sentían calor. Calor que amenazaba con derretirlos si no encontraban el remedio para calmarla. 

Le pasó sus manos por el torso y, después, por sus fibrados brazos, notando como estaban en tensión. Se miraron a los ojos de nuevo, antes de que le mordiera el grueso labio inferior. Se estremeció al sentirlo y colocó sus manos en su cintura, pasándole la lengua por las comisuras de sus labios. Finalmente, volvieron a besarse, absorbiendo la saliva, los suspiros y el sabor del otro. Sus pieles tersas, dejaban al descubierto infinitas gotas de sudor. 

Entre los besos y las caricias, palpó con suavidad sus piernas y se inclinó con levedad, hasta conseguir tomar su cuerpo, mirando sus ojos cuando se sintió en su interior. 

Abrió levemente sus labios, dejando escapar un gemido. Al instante, él inhaló aquel gemido y comenzó a mover su cintura paulatinamente, hasta que comenzó a aumentar el ritmo. No había nada más que ellos, sus cuerpos, su sudor, su alma deseosa de cada jadeo. 

Era más que placer. Ninguno podía ponerle fin a aquel acto que poco a poco los fue llevando al delirio.



Jesús González

10 de julio de 2016

Insospechado

A veces, hay momentos que necesitamos detener nuestra vida, tomar un respiro, dejarnos en pausa. Quizás estás cansado de andar cuesta arriba y no encontrar la bajada por más que camines. Quizás nada sale como lo has planeado, aunque te esfuerces una y otra vez. Quizás nuestro corazón se ha cansado de amar o esperar a que sea amado. 

Ahí, en esos momentos, deseamos guardar todo en un cajón y dejarlo en "stand by" para recuperarnos. Podemos tardar minutos en emanar energía, tal vez horas, días, semanas, meses o años. Toca esperar a que nuestro ser se repare en su totalidad. Pero hay algo que no podemos perder, la fe. 

Como bien oí una vez, 
la esperanza es el sueño del hombre despierto.

Un día puedes levantarte y ver esa luz, ese amanecer que nunca imaginaste. Puede que algún día te levantes y veas ese corazón que late con furor y activa el tuyo de forma insospechada. Entonces reirás y sabrás que no todo debe ser planeado, que hay que dejar que las cosas tomen su curso natural. 

Como canta Anahí, 
"hay que aprender a creer que todo puede ser." 

No dejes tu vida, solo date un respiro, coge aire y deja que todo fluya. Deja que ese algo o alguien inesperado llegue a ti cuando menos te lo esperes y disfrútalo cada segundo de tu vida. 

Nunca pierdas la fe. 

Jesús González