29 de octubre de 2015

¿Y la fe?


Cojo aire en una pequeña bocanada y cierro los ojos, sintiendo como una inyección de oxígeno penetra en mis pulmones con rapidez. Suelto un suspiro, mientras cae de mi ojo derecho una ligera lágrima de resignación. 

Ya no soy el mismo, no pienso igual, ya nada me provoca aquella ilusión que me llenaba de felicidad.



Cuando una persona comienza a madurar, se da cuenta de que aquel mundo mágico e impecable no es más que una farsa que tu mente se ha ido creando a lo largo de tu infancia. 

Después de que veas la verdad, sientes una sensación parecida a cuando te arrebatan algo. En realidad, sí. Te arrebatan la esperanza en la humanidad.

Cuando abres los ojos solo ves miedo, muertes, personas que manejan a otras como simples marionetas, juicios malintencionados, vidas destrozadas.

¿Cómo se puede dormir bien? ¿Dónde quedaron los bailes, los besos, la verdad? 

Somos personas con una vida cínica que pretendemos que todos sigamos un mismo canon, una misma vida para todos. 

Necesito aquella fe que sentía en mi infancia. Necesito creer en el ser humano.

—Quiero escapar de este mundo.—

Jesús González Rodríguez

20 de octubre de 2015

El dulce sorbo de la sonrisa

Como cada mañana, caminaba con mi bastón y el periódico del día bajo el
brazo, acompañado de hermosas flores que sobresalían en los jardines 
del Paseo de la Victoria. El sol y la lluvia las hacía brillar como si de cristal 
fueran. Para un jubilado como yo este paseo es lo que me da vida y, sin 
duda, me ayuda a encontrar algo que plasmar en mis dibujos.

Me senté en esa cafetería de esquina que tanto me gusta, aquella donde 
puedes dejar tus sentimientos plasmados bajo el cristal de la mesa mientras te 
tomas una dulce taza de café y ver por los ventanales a la gente pasar con 
prisas, como si la vida se les fuera a acabar de un momento a otro. 

 Allí estaban esos dos jóvenes. Se hacían reír el uno al otro entre café y 
roces, sentados en las mesas del exterior, sin importar que las gotas de agua 
les calasen. Él la miraba como si fuera la última vez y ella le provocaba la sonrisa
esa que corroboraba que estaban en el momento más feliz del día.

Me llevé un buen rato observándoles y con facilidad pudieron transmitirme 
una bella nostalgia de aquellos momentos que pasaba viendo sonreír a mi 
esposa  mientras con un lápiz de grafito fino la dibujaba en las hojas arrugadas 
de mi cuaderno.

Le di el último sorbo al café, ya enfriado por la fría brisa que entraba por la 
puerta cuando algún cliente la abría, y coloqué bajo el cristal aquel 
dibujo,manchado de alguna gota de café , que llevaba pintando mientras 
 miraba a esos dos jóvenes. 

Tras pedir la cuenta, le pedí a la simpática camarera que la mesa de los chicos de afuera
 quedaba invitada por mí y que , al comunicárselo, les dijera : "Vivir sonriendo es el verdadero 
secreto de la vida, aprovechad cada segundo para hacer lo que queráis de corazón".

Coloqué el bastón en mi mano derecha, abrí la puerta de la cafetería con un suave 
empujón  y continué mi camino hasta casa.




"A una pareja en Córdoba" decía al pie de aquel dibujo.




Rafael Rodríguez Hernández

1 de octubre de 2015

Y... ¿Si llega sin avisar?






Todo cambia en un abrir y cerrar de ojos. Con esa frase puedes resumir todos los momentos dulces que se convierten en amargos, como ese café con espuma perfecta y con algo de nata que le falta un sobre de azúcar.
A menudo, nos falta esa "cucharada de azúcar" en nuestro día a día, esa felicidad incansable que trasmite la persona idónea, la que aparece de repente con equipaje de mano y no sabes bien en que lugar acabarás, sin duda esas son las mejores. Quizás esto te pase una vez en la vida, si tienes suerte. Puedes pasarte toda la vida probando y buscando en todas las cafeterías del mundo que no encontrarás a nadie más dulce que la que llega de imprevisto. ¿Te doy un consejo? Si la encuentras, no dejes que se marche. La felicidad es la certeza de no sentirse perdido.
"La dicha de la vida consiste en tener siempre algo que hacer, alguien a quien amar y alguna cosa que esperar" algo así decía Thomas Chalmer, quizás tenía razón.
Rafael Rodríguez Hernández