6 de mayo de 2015

El pequeño superhéroe


Y ahí estaba él, ese chiquillo con su disfraz de Superman. Se conformaba con poco, su pequeña capa roja y su camiseta azul con una gran "S" pintada a rotulador. No necesitaba más. Era de esos críos inquietos que disfrutaba jugando y saltando en esa vieja plazoleta. Lo mirabas y sonreía, era como si al mirarlo pusiera todo su empeño en meterse en su papel de superhéroe. Soñaba con volar, con ayudar a la gente, con ser superfuerte, pequeño ingenuo.

Con el tiempo pude entender un poco mejor ese afán. Parece un tópico, pero creo que está en nuestra naturaleza el encontrar a esa persona que rompe todos los esquemas y que parte en dos el prototipo de persona deseada. Pues sí, se trataba de una chica, en los ojos oscuros del chico se podía ver reflejado perfectamente la imagen de esa pequeña niña entrando en su portal, con su uniforme del colegio. Para él era su momento mágico del día. No sabía su nombre, ni el piso donde vivía, lo único que sabía era lo que le decían el verde de sus ojos cuando se quedaba embobado mirándolos. Es perfecta, me decía. Día tras día, mismo lugar, misma hora, el mismo chico dando su mejor faceta para que esa preciosa chica se fijara en él.

Tras varias semanas de dura interpretación, el pequeño superhéroe dejó de disfrazarse. Creo que el motivo era el camión de la empresa de mudanzas que desde hacía unos días visitaba nuestro barrio. Se marcha de aquí, me dijo en voz baja y triste, con el corazón encogido mientras una lagrima recorría toda su cara,  se muda del barrio y ni siquiera se cual es su nombre, seguía repitiendo una y otra vez. El chico, con sus manos rojas de tanto apretarlas con fuerzas, decidió marcharse de allí, no podía soportar ver marchar esa preciosa chica que tanta imaginación le había dado para jugar a ser un superhéroe.

Era sólo un chiquillo, ni siquiera podía llegar a tocar el suelo con los pies sentado en ese banco. Tras varios intentos de contar hasta diez, saltó del banco y con sus pestañas ahogadas en lágrimas se propuso andar hasta su casa. Cuando estaba apunto de salir de esa plazoleta llena de losas de colores, sonó la puerta de ese portal que tanto le gustaba mirar. Sí, era ella, la chica salió de esa puerta disfrazada de Batman, con una caja de cartón en la que sobresalía la mano de su peluche favorito, imagino que dentro de ella llevaba todo lo que le importaba. El chico impresionado, secó sus ojos rápidamente  para que no creyera que era un niño pequeño y se quedó embobado como solía hacer. La chica se acercó y le dijo con una voz dulce, me llamo Penelope. El chico nervioso, tardó en reaccionar un par de segundos,  y yo... Daniel. El sonido del claxon del camión hizo que las dos jóvenes miradas se rompieran , eran los padres de la chica. Me tengo que marchar ya, mis padres me esperan, dijo ella con la misma voz dulce. Antes de marcharse,  la chica sacó de su caja un sobre, lo puso en las manos del chico y apretó sus dedos arrugando el papel... es mi nueva dirección, puedes venir a visitarme siempre que quieras y así jugamos a ser superhéroes juntos. El chico se quedó sin palabras. Cerró los ojos, y  los volvió a abrir como si de un sueño se tratara, pero al abrirlos esa pequeña superheroina seguía allí subiéndose a ese camión.


Rafael Rodríguez

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