24 de agosto de 2016

Trotamundos



Cuando se quiso dar cuenta ya estaba en un nuevo viaje. Sentado en el fondo de un autobús con destino a "enriquecerse con todo lo que pueda y más".
Vivía en un continuo cambio visual que hacía de él una veleta que se alimentaba del viento del descubrir nuevos lugares.

Apoyado en el cristal que vibraba y balbuceaba historias en forma de arañazos y roturas que no eran más que vivencias, podía mirar más allá del paisaje.
De todo creaba historias. Los molinos que se transformaban en gigantes se quedaban cortos a su imaginación, hasta Quijote quedaría despavorido de tal viaje a través de su mente .

Viajar es vestirse de loco, decía. Es "no me importa". Es querer regresar. Regresar valorando lo poco; saborear un café, una puesta de sol, sacar una sonrisa desconocida, es decir regresar.

Podría seguir dando detalles que agudicen vuestro sentidos y así puedan entender de qué va esta vida, pero estaba tan inmerso en la libertad del "adornar su vida con experiencias que ricen la piel" que lo único que aconseja es que viajen.



Rafael Rodríguez
 

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