22 de mayo de 2016

La ola

Hay un paisaje oscuro, lúgubre, taciturno y tenebroso. Todo está lleno de caos, roto, hecho migajas. Solo hay tormentas, lluvia y dolor. Es todo demasiado frío. Estancado en el pasado, sin dejar vivir el presente y sin oportunidad de futuro. Ese paisaje se encuentra en mi corazón. Ese paisaje es mi corazón. Después de tantos golpes, me sorprende que siga teniendo uno.

Aún recuerdo aquellos días llenos de luz y vida, lleno de risas y besos, llenos de amor. Sí, amé. Amé como si cada día fuese el último, como si amar fuese mi oxígeno. Amé. Amé intensamente. ¿Fui amado? No lo sé, quizás sí. ¿Cómo yo esperaba? Seguramente, no. 

Me prometieron finales felices, una vida llena de felicidad, un amor eterno. Para mi desgracia, llegó una ola y arrasó con todo, derrumbó hasta el último pedazo de la última promesa. La ola me arrastró con todo aquello. Di vueltas, choqué contra rocas, mis pulmones se llenaron de mar. Sentí como moría por dentro. 

No he podido salir de la ola. Vivo en una vida atada al pasado y me está destruyendo aún más. Me estoy ahogando entre tantos recuerdos. 


¿Cómo se arregla un corazón que ha sido pisoteado tantísimas veces? ¿Cómo borrar todo el dolor que me han impartido? ¿Cómo recoger todas mis esperanzas y esperar a que crezcan de nuevo?

Estoy condenado a un eterno desamor. Estoy condenado a ser arrastrado por la ola.


Jesús González

No hay comentarios:

Publicar un comentario