13 de marzo de 2016

Tóxica y oscura

Le doy un trago a mi copa de whisky y dejo que su amargo sabor recorra hasta el último hueco de mi cuerpo. Miro de soslayo mi reflejo en el espejo que tienen tras la barra. Doy pena. He acabado en la miseria, hundida, sola, perdida. Me encanta. Es lo que merezco. Jamás supe amar lo que tenía. Jamás valoré a mi familia, mis amigos, mi vida. Ahora, estoy aquí, ahogando mi ser en whisky, deseosa de no volver a despertar nunca más. 

—¿Puedo sentarme a su lado?

Ladeo mi cabeza y veo su pelo oscuro, revuelto y húmedo por la lluvia que cae en el exterior. Bajo mi mirada hasta sus ojos y me recorre un escalofrío al no poder distinguir entre su pupila y su iris; están vacíos como yo. Esbozo una sonrisa agotada, me encojo de hombros y vuelvo a beber de mi copa. 

—¿Está sola?

—Para siempre. —Suelto una carcajada y me deslumbro con el blanco de sus dientes.

—¿No tiene a nadie?

—No merezco a nadie. Todo lo que me rodea acaba hundido o demacrado. Yo alejo a todo y a todos. Soy oscura y me encanta. Solo soy una mujer gris.

—Yo no quiero alejarme.

—No necesito tu ayuda. Ni la de nadie. Me gusta esto. Me gusta verme hundida en la más profunda de las miserias. Soy una basura. ¡Quiero estar sola! No necesito a nadie. 

—Yo le ofrezco mi ayuda. 

Sus ojos se entrecierran para analizarme. Relamo mis labios y me acabo la copa de un trago. 

—Métete tu ayuda por donde te quepa, idiota. Prefiero la muerte antes que aceptarla. 

—Perdiste. 

Frunzo el ceño y me levanto rápidamente al ver que todo se vuelve oscuro. ¿Qué está pasando? ¿Dónde estoy? Busco una salida entre la oscuridad, pero no hay nada. Todo está negro. Puedo escuchar risas, pero son conocidas, son las carcajadas de mis hijos y de mi marido. Todos son felices. Todos menos yo.

—Has elegido una vida hostil, una vida que destruye todo lo que toca.

Busco al dueño de la voz, pero no lo encuentro. Lo más extraño es que no tengo miedo. Me da igual que pueda pasarme. Estoy agotada de vivir. Solo quiero que me dejen en paz.

—¡Sí! ¡Soy tóxica! ¡No necesito a nadie!

—¡Maldita ilusa! —Doy un paso hacia atrás al asustarme el grito—. ¡Lo tenías todo y preferiste dejar que tu ego y tu egoísmo te lo quitase! No mereces vivir.

—¡Y qué vas hacer! —Suelto la carcajada más grandiosa que jamás me he escuchado—. No le temo a nada. ¡Mátame! Estoy perdida y no me importa nada más que hacer sufrir a los demás. 

—Sus deseos son órdenes para mí.




Siento como una mano, que no soy capaz de ver, me agarra el cuello y lo aprieta sin dificultad alguna. Abro los ojos al sentir como el oxígeno no es capaz de llegar a mis pulmones, y ahora sí siento miedo. Estoy aterrada. No debería haber hecho nada. Debería de haber sido feliz con lo que tenía, pero ya es tarde para arrepentimientos. 



Ya es demasiado tarde. 


Jesús González.

No hay comentarios:

Publicar un comentario